viernes, 21 de diciembre de 2012

El tipo del McDonald’s



 Las historias son para vivirlas y después,
 para contarlas



Para empezar a contar esta historia debo hacer una introducción que dará claridad a muchas otras historias por venir de las crónicas de amor y desamor. Mi hermana, quien siempre ha tenido una particular filosofía de la vida en la que cuenta lo vivido por vivido ha tenido una singular influencia en, digamos, mis citas románticas. Y esto ha sido así, además, porque mi hermana no sufre de vergüenza. Ella es muy buena para hacer el oso, pero para hacerlo de verdad, con gracia, con elegancia, con simpatía.  Es encantadora y con su particular manera de ser ha logrado concertarme citas con personajes que yo no conozco y que ella… tampoco. Ese es el caso del tipo del McDonald’s.

Domingo medio día. Me suena el celular.

-Te voy a contar un cuento muy chistoso- me dice mi hermana-, imagínate que esta mañana estaba en McDonald’s haciendo la cola para comprar un desayuno, cuando de repente en la misma fila había un man súper chévere y de repente se puso  a hablarme.

- Ajá- le digo yo sabiendo por donde va el agua al molino.

- Y entonces me pareció súper querido y me contó un montón de cosas.

- Ajá.

- Y pues tú sabes, ya al final, no sé por qué terminamos hablando de que si tenía novia y me dijo que no y entonces yo le dije que si le gustaría conocer gente pues podía presentarle a mi hermanita, pero es sólo para que sean amigos, ¿o es que acaso no eres tú le que me dice que conocer gente no es fácil?

- Ajá -vuelvo  decirle-. Ahora sí te chiflaste.

- Pero fresca- me dice como para tranquilizarme- para que no vaya a ser tanta la sorpresa le mostré tu foto (cómo si eso ayudara!). Le di tu teléfono y te va a llamar.

- Ay, Lina…

Y bueno, ¿qué hace uno en estos casos? Si es un ser sensato de guardadas composturas seguramente mandar para el carajo a la hermana por estarle consiguiendo citas a ciegas en la calle!! (Se lo dice mi cuñado: no rife a su hermanita como en feria de pueblo). Pero, como esta no era la primera vez que, digamos, mi hermana hace sus gracias y he de reconocer que, además de que su ojo y termómetro son impecables,  han sido más las experiencias buenas que las malas en la materia  dije, bueno, quién quita, habrá que conocer al tipo del McDonald’s.

Paso número uno: búsqueda en Facebook !Pero claro! Ahí está todo y todos, y qué pena me da pero ya me causa mucha sospecha alguien que no esté en Facebook. Lo encuentro, perfil relativamente abierto con, lo más importante, fotos disponibles. Las veo. Mmhhh. Interesante. Me parece un tipo atractivo y lo encuentro en situaciones que me parecen chéveres:
Foto montando bicicleta (es deportista, bien!), foto paseando al perro (le gustan los animales, bien!), foto de paseo con los amigos (es rumberín, bien!), foto con la familia (es familiar, bien!) foto haciendo yoga (Hace yoga!! too good to be true). Miércoles, le digo a Lina, este tipo se ve muy chévere, ¿Por qué estará solo?

Hasta ahí todo bien. Ahora, analicemos la historia con sensatez. ¿Quién carajos va a llamar a una vieja que no conoce así como así? ¿Y si lo hace qué le va a decir? ¿Tú hermana me dio tu número en un McDonald’s? No, hay que reconocer que para eso se necesitan cojones, muchos.  Así que pasa lo único que podía pasar: los días pasan y el tipo no llama.

Les cuento la historia a un par de amigos hombres, como para saber su opinión. Se mueren de la risa.

-Ay, guevón,- le dice uno al otro- esta pobre se va a quedar esperando que la llame el tipo del McDonald’s! jajajja.

- Ya quisieran ustedes que les pasara algo así-, les digo tratando de salir airosa de la burla.

El teléfono no timbra. Es hora de tomar medidas de choque. Bueno, me digo, este man no me va a llamar, así que le voy a escribir. Le mando un mensaje interno por Facebook en el que le digo que mi hermana me contó lo sucedido y que entiendo perfectamente que uno no  anda llamando a desconocidos pero que si, por algún motivo quiere hacerle gracia a lo simpático de la situación, lo invito a tomarse un café.

-¿Qué hiciste qué?- me dicen mis amigos-, no, no, no, ahora sí lo vas a espantar. ¡Va a pensar que estás desesperada!

Aquí tengo que decir lo siguiente. Yo creo, firmemente, que en la vida vale la pena arriesgarse. No con locuras extremas, no sobrepasando límites de respeto, no pisando carbón ardiente, pero ya no estamos como para decir, ay, no, que me saque a bailar, ay, no, que me pida el teléfono, ay, no, ¿irle a hablar sin conocerlo? ¡Por favor! y no es por hacer ajustes a un feminismo recalentado (detesto los extremos) sino por una razón mucho más sencilla: por andar en esas nos podemos perder de buenas oportunidades. That’s it.

Así que yo quemo mis cartuchos. Los que considero se ameritan. No me inmolo pero sí me alisto. Aquí estoy y entonces el tipo responde a mi mensaje, me dice que claro, que sí, que le parece una nota. Creo que siente un alivio de no haber tenido que llamar, pero de tener, todavía, la oportunidad. Nos conocemos sin conocernos. Me parece un gran tipo, una buena persona. Tenemos algunas salidas más y de vez en cuando entramos en contacto por teléfono.

Hoy se puede decir que el tipo del McDonald’s y yo somos amigos. Me cae muy bien y me divierte. Creo que conocí a una persona inteligente y amable que  definitivamente valía la pena conocer. No sé qué vayan a decir las estrellas ahora o más adelante, sólo sé que nada de eso hubiera pasado si mi hermana, o yo,  creyéramos en el ridículo y anduviéramos, con escudo en mano, protegiéndonos de él.


Próximamente: Un paréntesis en las crónicas de amor para contarles por qué no me empelotaría en SoHo.


2 comentarios: