domingo, 15 de diciembre de 2013

La pesadilla de tener Movistar

O cualquier otro operador de celular en este país. Son tramposos, mañosos, mafiosos, ineptos, ladrones y en definitiva tan cancerígenos y perjudiciales para los colombianos como la guerrilla o el congreso. Vivos, como ellos solos y sólo buenos para emitir, sin falta, error o dilación la factura de cobro, porque para cualquier otra reclamación, queja o sugerencia no sirven para nada, absolutamente nada. No hay, no existe situación o circunstancia que ponga a prueba la paciencia, el sentido común y los nervios como la de tratar de hacer una vuelta con estos Agentes del Mal. Ir a uno de los Centros de Experiencia Movistar es, cómo no, toda una experiencia. Una experiencia de ira contenida, de presión alta, de dolor de cabeza y de sudoración excesiva ante tanta demora, tanta estupidez, tantas trabas y tan pocos resultados. En cambio, cuando uno trata de hacer la vuelta por teléfono ahí sí, ahí sí que es rica la cosa. Les cuento mi más reciente aventura Movistar.

Lo que empezó como una decisión de pasar mi línea a prepago después de meses continuos de altísimas tarifas, minutos perdidos y abusos terminó con un laberintico recorrido que en vez de mejorar la situación la empeoró. No miento, no miento cuando les digo que intenté, por lo menos unas 12 veces comunicarme con un agente y explicarle mi decisión de cambiar mi línea a prepago antes de poder lograrlo. Misteriosamente, como se pierden los aviones en el Triángulo de las Bermudas, la llamada se cortaba antes de que pudiera terminar mi petición. Cuando por fin lo logré, y tan cerca que estaba de salir de las fauces del monstro, éste me volvió a atrapar con sus estrategias, sus engaños, sus máscaras. Caí pendejamente en sus redes una vez más y accedí a uno de sus convencimientos, postergando mi decisión de pasarme a prepago y, en cambio, cambiando mi plan a uno que aseguraron era la quinta maravilla.

- Está bien, le dije al agente que me atendió. Cambie mi plan de minutos pero eso sí déjeme el plan de datos tal cual está. ¿Correcto?
 Correcto, sí señora, cómo no, me respondió el personaje  en medio de un ruidaje de fondo más propio de un galpón de venta de verduras que de un call center.
Pero entonces repítame, confírmeme, le insistí yo ante la duda de que por fin me entendieran.
- Sí, claro, me aseguró el doctor. Y me repite paso a paso los cambios hechos.

Hasta ahí todo bien. Después de esa llamada, alcancé a pensar por un segundo que qué bien, que por fin después de tantos intentos mi vuelta estaba hecha, que en algo debían estar mejorando estas compañías y no todo era tan malo. Tan llena de ingenuidad que estaba, creyendo en lo imposible, apostándole  a lo incambiable.

Pues bien al otro día usé mi celular normalmente: correo, Facebook, chats. El problema: el  momento de la llamada cuando esa voz de máquina, de robot, me dice, con descargo, sin sonrojo, casi apuntándome con el revolver en la cien:

-  Usted no posee fondos para esta llamada.

¡¡¿Qué?!! Pero si no me he gastado un solo minuto. ¿Qué qué? Pues mis artistas, mis bellos artistas Movistar habían hecho una de sus funciones y de ñapa, de adición, de reverencia por tantos aplausos, hicieron una gracia que llevo más de 10 días tratando de solucionar sin ningún resultado: me dejaron sin identificador de llamadas ¡Pero qué genios! Entonces recapitulemos: me quitaron el plan de datos sin autorización, se cobraron el internet que usé con mis minutos a una tarifa francamente ridícula ($20.000 en un día por 5 minutos de navegación en Facebook) y me quitaron el identificador de llamadas. Todo de una vez. Moñona. 

Así es,  me dejaron sin el servicio básico y gratuito de cualquier línea celular de Colombia. ¿Qué cómo lo hicieron? No sé, ¿Qué cómo lo planearon? No sé, ¿Qué cómo y por qué se han tardado tanto en arreglaron? No sé. Pero ahí está: su gracia materializada, su sapiencia suprema, su tecnología de punta, su impecable servicio al cliente, su promoción inigualable, su regalo de navidad. Qué lindos, qué bellos, y yo que soy su cliente hace 10 años, y yo que les he pagado todo y cumplidamente y yo que cantaba la cancioncita de Train que fusilaron para ponerla en sus comerciales.

Pues bueno, ahora gracias al impecable trabajo de Movistar en hacer las cosas mal todas las personas que me llaman ya no tienen nombre, no señores, Movistar les ha quitado su identidad: ahora todas las personas que me llaman ostentan el título de “Desconocido”. Pobres N.N a los que no les puedo devolver la llamada, a los que no puedo identificar, con los que no podre hablar nunca jamás si no tengo la suerte de contestar el teléfono de una vez, ¡Ay, Movistar qué lindas son tus gracias!

Pero, señores, si lo narrado anteriormente les pareció un mal trago, les puso amargura en sus lenguas, les recordó algún episodio negro y oscuro con sus operadores de celular déjenme decirles que hasta ahí mi pesadilla no había siquiera comenzado. Porque lo verdaderamente desesperante, los momentos de angustia más terribles, los gritos de consternación e impotencia han venido tratando de que estos Caballeros de la Inoperancia me solucionen lo que ellos mismos armaron, de que limpien, como decirlo, sus cagaditas, tantas y tan variadas.

Y entonces he llamado. He llamado al menos 20 veces teniendo el gusto de hablar con al menos 20 distintos asesores- desde los más decenticos que hacen lo que pueden (que igual no es nada) hasta los más arrastrados, groseros y alzados, que sin más ni más me han mandado ellos a mí a comer mierda colgándome la llamada con un:

 No puedo hacer nada por usted, acérquese a un Centro de Experiencia Movistar. (Ay, pero qué dicha, ya voy corriendo).

Qué ponga un número de radicado, que en 24 horas, que no, que en tres días hábiles, que el centro de tecnología está congestionado, que en 4 días, perdón, que eran cinco. Y aquí estoy casi dos semanas después rogándoles a estos hijos de su mala madre que opriman un botón, que den enter, que muevan el mouse y me devuelvan, por favor, por el socorro y la intervención divina de todos los santos, mi identificador de llamadas. Está  bien, les dije, quédense con el plan de datos, róbenme los minutos, asáltenme en mi buena fe y sean unos incompetentes como no hay otros, pero vean, de corazón, por favor, no sean malitos, devuélvame lo único a lo que tengo derecho ¿sí? Un identificador de llamadas, ni les pone ni les quita, ¿sí? Digan que sí.

Pero ellos no pueden decir que sí cuando lo único que saben y pueden decir es NO. No, no y no. Qué cosa parecida son los celadores y los operadores de telefonía celular en Colombia que lo único que saben decir es No.

Así que apelé a mi último recurso. La palabra QUEJA al 85432,  ahora sí, pensé, ahora sí, que esa Comisión que se la pasa multándolos sirva para algo, que los obligue a que respondan, que los ponga en cintura. Y oh sorpresa cuando me llaman de la Gerencia de Quejas de Movistar, como no señora, habla Andrea,  por favor cuénteme cuál es su inconformidad, me dijeron del otro lado de la línea

 Qué bueno que me llame- le dije tomando aire y preparándome para hablar- porque yo le que tengo es un pliego de quejas entonces óigame bien.

Y hablé. Hablé como si nunca nadie me hubiera escuchado. Hablé y terminé mi desahogo, fue como tomar una bocanada de aire después de estar sumergido por interminables minutos debajo del agua, fue como pensar que despertaba de la pesadilla, fue como volver a nacer.

- ¿Puede por favor esperarme un segundo?, me dijo Andrea, tan linda y tan atenta, pensé, preocupada por mí, por mis necesidades de consumidor, por la calidad de mi servicio.
- Claro, le dije con la voz contenta. Aquí espero.

Pasaron tres minutos de espera para oír finalmente la respuesta del otro lado de la línea: Una vez más se había (o me habían) colgado el teléfono. Movistar le ponía punto final a mi problema escupiéndome en la cara. Una vez más me quedé con el teléfono pegado a la oreja, sin respuesta, con esta empresa diciéndome de frente y sin disimulo los usuarios nos importan un carajo, son unos pobres guevones en nuestras manos, los pisoteamos ¿y qué? ¿Qué van a hacer?

Así di un último y profundo respiro llenándome los pulmones de aire y el alma de paciencia. Colgué e hice lo único que me quedaba: saqué la SIM card de mi teléfono y le eché  tijera. Creo que pocas veces he sentido tal placer. Hasta nunca Movistar, hasta nunca, puedes quedarte con tus engaños, con tus artes, con toda, todita tu mierda. Mañana me espera una nueva Sim Card de Virgin Mobile, operador que al menos por lo que anuncian en su página web se vislumbra justo, claro, decente. Mantendré el mismo número y la esperanza de por fin despertar de la pesadilla en la que por todos estos días me sumió Movistar.